viernes, 12 de noviembre de 2010

Palito y a la bolsa

Creo que algunas mujeres hacen negocio con el machismo.
Tal es el caso del pobre empleado que se sacrifica diariamente en su trabajo y a duras penas consigue un rancho digno para su familia o unas míseras vacaciones en algún camping (sin agua caliente).
Ese macho es el que lleva para su manada: un plato de polenta con salchichas o es el que compra (hipotecando la vida) un auto que (antes de subirse) hay que ponerse la antitetánica.
Ese homo sapiens, en caso de separarse: seguro que le deja la casa a su mujer, se alquila una pocilga inmunda para subsistir, le pasa la cuota alimentaria, le regala el latamóvil y como si fuera poco cada vez que va a visitar a sus propios hijos le abre la puerta de su ex-casa el novio nuevo de su ex-señora (semi desnudo).
Creo que en realidad han perdido con el feminismo; ya que era conveniente quedarse a limpiar la casa, cuidar de los chicos, cocinar, lavar, abrirle las gambas a su marido, maquillarse las abolladuras (producto de "accidentes caseros") y soportar las juergas del jefe de familia (entre otras cosas).
En cambio ahora, deben arremangarse para laburar. Llegan a sus hogares reventadas e igual deben: cocinar, lavar, cuidar de sus hijos (o se les va la guita en deliverys, mucamas, laverropas) no quieren coger (entonces el vago se busca otra) deben mantenerse radiantes y esplendorosas (antes gastaban sólo en ruleros) y se pasan la vida recauchutando lo irremediable y... como si fuera poco: siguen sus rostros "acariciando los nudillos".
Lamentablemente es así. Cualquiera diría que es negocio vender helado en el desierto pero, en realidad, se termina haciendo agua.




Spring kite

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